jueves, 22 de julio de 2021

 

RECUERDOS DE MI VIDA FERROVIARIA

 

“ENFRIANDO LOC” ( Enfriando Locomotora) 

 

Mis recuerdos, historias y anécdotas ferroviarias comenzaron mucho tiempo antes de ser yo, un ferroviario.

Al ser hijo de Maquinista de Locomotoras y de haber vivido mi adolescencia en un maravilloso pueblito llamado Darwin en el valle medio de la Provincia de Río Negro, netamente ferroviario y en donde vivían hombres empleados del ferrocarril de todas las especialidades (Maquinistas, foguistas, cambistas, Jefe de Estación, auxiliares, peones, encargados de Depósito de Locomotoras, mecánicos, guardas y personal de vías y obras), hacía que formáramos una gran familia en donde todos nos conocíamos y nos ayudábamos mutuamente.

En aquellos años maravillosos desde 1969 a 1976, época en la que viví allí antes de entrar a trabajar en el ferrocarril en bahía Blanca, la cooperación entre las familias era absoluta. Todo lo que se necesitara en el pueblo, ya fueran insumos que no se consiguieran o alguien que tuviera que viajar, se hacía por tren.

”Haceme la gauchada” era el común denominador que involucraba a todos.

“Vas a Neuquén y regresas mañana a la noche?, por favor traeme este medicamento”.

 

…”El jueves vas a Río Colorado con el diagrama?, haceme una gauchada, no me llevás al pibe?” le dijo mi viejo a José Miguel Castaño, Maquinista y papá de mi amigo “cachi” en la vereda del bar de Eusebio Villacorta; tiene torneos escolares deportivos todo el fin de semana y se viene conmigo el lunes a la noche con el tren de pasajeros”. Aquellos torneos intercolegiales que organizaba el Ministerio de Educación de la Provincia en diferentes ciudades, eran fabulosos. Recibían a todos los visitantes y los alojaban en casas de familia mientras duraba el evento, yo integraba el equipo de Voleibol del colego Nacional Perito Moreno de Choele Choel.

…”Ningún problema!” le dijo Castaño, decile que el Jueves a las 15,00 hs. Partimos”

Los torneos se realizaban en Septiembre mes de la primavera y comienzo de días hermosos. El jueves almorcé temprano y a las dos de la tarde ya estaba con mi mochila lista mirando hacia la playa de maniobras observando al tren que estaba formado y listo para salir, pero todavía sin Locomotora.

“No te apures, me dijo mamá, todavía falta una hora y además tiene que salir la máquina del galpón, no?”…indudablemente y como siempre, mamá era más ferroviaria que nosotros…

 

El día estaba hermoso, sin viento pero ya se hacía sentir el calor, era una primavera muy linda. Tres menos diez de la tarde y al sentir el silbato de la Locomotora que venía a enganchar la formación, apresuró mis besos y abrazos con mamá, partiendo raudo hacia el tren.

El cambista era el petizo Albarengue que al verme parado al lado del vagón me dice…”Que hacés con esa pinta?, te vas de joda?”. Si!...se va con nosotros a Río Colorado a correr a todas las minas de allá! Le respondió el negro Di tullio el foguista entre risas y con la infaltable pavita de agua en las manos…

La Locomotora era una Baldwin Lima Hamilton que se veía bastante baqueteada, pues las chorreadas de aceite por sus laterales a la altura de la chimenea, así lo denunciaban. Enganchada a la formación, con el freno bien revisado ya que se trataba de freno al vacío (Las Baldwin no tenían sistema de freno al aire comprimido para el tren) y con los datos del guarda en poder de Castaño, a las tres y media de la tarde partíamos rumbo hacia Río Colorado.

La salida de Darwin es muy pesada. La vía es una contínua rampa que sube casi hasta el Km. 967 en donde medianamente se nivela. Son diecinueve kilómetros de subida continua  que siempre ponen a prueba a cualquier Locomotora, basta como referencia que en la época de las Locomotoras a vapor, cuando un tren a salir era muy pesado, se le hacía remolque por cola, es decir otra locomotora iba empujando desde atrás para ayudarlo a subir hasta el kilómetro. Este viaje no era la excepción, encima con este calor…

El tren era el Nº 6148 le decían el basurero porque llevaba cargas de todo tipo: Chatas de piedra, otras con caños, otras con leña a granel (seguramente para alguna panadería importante), vagones con repuestos ferroviarios, rezagos de vagones radiados del servicio y cortados en trozos para fundición y algunos vagones tanque de soda cáustica provenientes de la planta de Indupa de cinco Saltos, realmente muy pesado.

Ni bien salimos y antes de cruzar el paso a nivel de la ruta 22 que se encuentra a 2500 metros, Castaño ya llevaba a la pobre Baldwin en “Punto 8”, este es el punto máximo de aceleración y a “campo pleno”, que en la jerga de Conducción quiere decir que los motores eléctricos de tracción van trabajando a máxima potencia y el tren a…19 Km /h! Cruzamos la ruta y aunque el sonido del motor se escuchaba parejo, daba la impresión que iba a explotar!  

El negro Di Tullio sonreía mientras me miraba de reojo, seguramente viendo mi rostro entre angustiado y preocupado por el tremendo esfuerzo que hacía la Baldwin.

“ No te preocupes que no va a explotar!, éstas son carne e´perro me decía, mientras sacaba un calentadorcito eléctrico de su bolso y ponía la pava a calentar para comenzar la ronda de mate.

Pasando por la Estación Choele Choel en la mitad de la subida, la Locomotora comenzó a patinar. Fueron tres o cuatro patinadas que redujeron la velocidad pero que no entorpecieron la marcha, solamente provocaron un poco más de angustia en mi cara motivo por el cual, el primer mate de la ronda fue para mí…

 

…”Tomá pichón! Me dijo el negro mientras me ofrecía el mate, si te gusta esta profesión te vas a tener que acostumbrar a estas cosas, aprender todo esto te va a ayudar mucho en tu futuro laboral”. El ruido que hacía el motor diesel trabajando a pleno era ensordecedor; apenas se escuchaban nuestras voces y Castaño muy concentrado en la conducción, nos miraba de reojo y cruzando miradas picarescas con Di Tullio parecía preguntarle; que le pasa?, está asustado? Mientras tanto, la subida continuaba…

 

De acuerdo al Intinerario, este tren tenía desde Darwin al Km. 967 una hora ocho minutos de recorrido, eran las cuatro y media de la tarde y estábamos por el km. 973 faltándonos seis km. Para llegar, por simple deducción los seis km. Restantes era imposible hacerlos en ocho minutos…

“Vamos a llegar atrasados al km.” Le digo a Di Tullio mostrándole mi reloj con aires de gran  conocedor, a lo que me responde con una sonrisa, “Démosle gracias a Dios si llegamos al final de esta subida y al kilómetro, sea cuando sea”…

Pasando por el disco de aproximación a la estación en donde el perfil de vía comienza lentamente a normalizarse terminando con esa terrible subida, escuchamos una explosión, un fogonazo dentro del gabinete eléctrico a nuestras espaldas, y el motor diesel desacelerando bruscamente yéndose a bajas revoluciones pero sin detenerse.

 

…”Bué!...Cag…! yo pensé que aguantaba dijo Castaño cerrando la manija de aceleración  mientras que el negro miraba por la puerta hacia el motor observando como una fina llovizna escapaba del tanque de agua por la boca de carga…

“Hizo sifonaje! Por la alta temperatura! Colocá los ventiladores en manuable para ver si enfría un poco y podamos tener tracción para llegar al km. Estamos ahí nomás, carajo!”

El tren se fue deteniendo lentamente hasta llegar a la señal de distancia, quedando a tan solo mil cuatrocientos metros de la estación.

“Fijate si podes ver el vidrio – nivel del tanque de agua para ver si le quedó algo”…le dijo Castaño al negro. Para hacer eso, había que meterse dentro de la sala de máquinas y mirando por el ojo de buey de la puerta hacia el motor, un profundo terror me agarró de solo imaginarme tener que entrar ahí!...

El negro tomó el sudador (trapo rejilla) embebido en agua y se zambulló dentro de la sala de máquinas, desapareciendo entre el humo. Los caños de escape al rojo vivo por la falta de amianto en algunos tramos, quemaban en el acto las gotas de aceite que por salpicadura le llegaban, transformándolas en humo.

“Le quedan dos dedos de agua” dijo el negro saliendo del infierno, todo transpirado y con parte de su cara tiznada…” Fenómeno! Dijo José, la subida terminó y en donde tengamos nuevamente tracción, vamos a cargar agua en el kilómetro, preparáte para trepar como un mono”. Yo no entendía nada hasta que llegamos al 967 en donde ahí si, entendí la frase; el pobre negro se tuvo que subir al techo de la locomotora con una manguera de tres pulgadas que le dio y ayudó el auxiliar a poder subirla, para darle agua por la boca de carga superior, ya que los caños colocados debajo del bastidor para cumplir esa función estaban taponados, rotos o directamente ya no existían.

Con los años y luego de estudiar todo el funcionamiento de la Locomotora, entendí porque ocurrió esto, pero en ese momento era chino básico para mí…

 

Llegamos al kilómetro 967 diecisiete treinta horas, y gracias a la ayuda del auxiliar se pudo completar el tanque de agua en un tiempo razonable.

Reanudamos la marcha dieciocho quince horas avisando a la oficina de Control trenes de todo lo ocurrido antes de salir, y como circulábamos con orden de vía con precaución desde el kilómetro a estación Fortín uno por estaciones intermedias en clausura,  avisamos también que revisaríamos la Locomotora a la llegada y daríamos aviso de las novedades.

El viaje continuó con normalidad. Ya no quedaban rampas tan severas y los mates continuaron su ronda.

 

“En Fortín vamos a tener que parar un rato a “ENFRIAR LOC!” (Enfriar Locomotora), Le dice Castaño al negro, el cual aplaudía gritando…SI!...SIIIII!!...CLARO QUE SI!... Yo no entendía nada hasta que llegamos a Fortín uno,  diecinueve treinta horas.

Resulta que en esta Estación el auxiliar tenía una pequeña despensa tipo almacén de barrio, con la cual abastecía de algunos insumos a los pocos lugareños que vivían cerca de la Estación y dentro de ella una heladera grande a kerosén, ya que no había energía eléctrica en el lugar, y que enfriaba como los dioses!

Pese a que la Locomotora estaba normalizada y en buenas condiciones para continuar viaje, José le dice al auxiliar, “Avisale a Control que vamos a suplir agua nuevamente y que “ VAMOS A ENFRIAR LOC!” antes de continuar “

Esto significaba quedar el tren detenido por lo menos de cuarenta a cuarenta y cinco minutos con ventiladores en manuable y el diesel a bajas revoluciones, sin traccionar para que no recaliente nuevamente el motor. Yo me preguntaba porque hacían eso si la Locomotora se había normalizado y como adivinándome el pensamiento el negro me dice: “Vení y mirá porque vamos a ENFRIAR LOC!  Y al entrar en la oficina de auxiliares veo a Castaño, al guarda y al auxiliar rodeando una generosa tabla de madera con una tremenda picada de Salame, Chorizo casero, queso cáscara colorada, galleta de campo y unos “Aperitivos” con soda bien fresquitos!

Aunque yo tomé una gaseosa, disfruté como uno más de esa “Enfriada de Loc.”, recordándola como una de las experiencias más linda de mi vida, preanunciando lo que sería con el tiempo mi vida ferroviaria en aquellos tiempos de Ferrocarriles Argentinos, en donde se podían hacer estas “Travesuras” sin entorpecer el servicio y sin perjudicar a nadie.

 

Luego de esta tremenda “Enfriada de Loc.” Continuamos viaje veinte y treinta horas sin más inconvenientes llegando a Río Colorado a las doce y media de la noche, con la panza llena y con una experiencia inédita para mí que aún hoy, luego de tantos años, me sigue provocando una sonrisa, llena de melancolía y de nostalgia.

Sin lugar a dudas…pinceladas de otros tiempos… 

 

 

 

CARLOS DINAMARCA, JUNIO DE 2020.-

 

 

sábado, 3 de octubre de 2009

POR ESOS RIELES DE DIOS



Cuando mi amigo Iván me propuso que compartiera con ellos ese viaje en una zorrita ferroviaria, no lo pude creer. Recientemente “Jubilado” y alejado definitivamente de los rieles y de “Mis” Locomotoras, tener nuevamente la posibilidad de sentir el “traqueteo” de un vehículo ferroviario por las vías, era algo que no me podía perder.
Iván, querido amigo y compañero de trabajo, amante como yo de los ferrocarriles, más allá de su tarea (Conductor de Locomotoras), sueña también con un país mejor y con un sistema ferroviario mucho mejor que el actual.
“…” vos preparate una mochila, bolsa de dormir, tus medicamentos, una frazada, unos pesitos y preparate a conocer una nueva aventura que te servirá para contarle a tus nietos, algún día”, me dijo socarronamente.
Su idea de tratar de reivindicar el servicio ferroviario de pasajeros, tratando de que vuelva el tren a unir pueblos olvidados y lograr que se puedan reactivar ramales clausurados, no es nueva. Entre muchos proyectos e ideas “Locas”, cuestionadas incluso por algunos de sus propios compañeros, surgió esta que en definitiva fue la más viable: Lograr conseguir las zorritas, acondicionarlas, lograr los permisos correspondientes y conseguir ayuda para solventar los gastos; toda una quimera!
Y el sueño se hizo realidad. El lunes 5 de febrero de 2007 a las 9 y 10 de la mañana, Domingo Pronsato y Amadeo (así fueron bautizadas las zorritas) comenzaron a escupir humo por sus escapes, recordando viejos tiempos y ansiosas por salir a devorar kilómetros como antaño.
Una multitud las rodeaba frente a la entrada más importante del Puerto de Ingeniero White, Autoridades, amigos, familiares, generaciones de ferroviarios unidos por una misma pasión, El ferrocarril, elevaban sus brazos y sus manos en una despedida llena de emoción mientras que “Pronsato y Amadeo” hacían sonar sus sirenas, luciendo y haciendo flamear a puro viento y sol, las banderas Argentina y Chilena, encastradas en sus vientres.
Los medios de comunicación registraban nuestra partida mientras que nosotros, ajenos todavía a la dimensión que tomaría nuestra aventura, sonreíamos y saludábamos a todos en una comunión de abrazos, saludos y sonrisas.
En permanente comunicación radial con Ferro expreso, concesionario de la línea férrea y vía celular con el apoyo terrestre, (una Traffic – taller), comenzamos recibir las primeras demostraciones de afecto de la gente: Una señora avisó a una radio local, que a nuestra pasada por Estación Algarrobo, a 73 Km. Del recorrido, nos esperarían con “Comida y bebida”.
Pensando en Domingo Pronsato, bahiense y autor principal de esta “Loca idea” de unir los océanos Atlántico y Pacífico en el siglo pasado, mediante un corredor ferroviario llamado “Trasandino del Sur”, ni me di cuenta que estábamos en nuestra primera parada: Estación Daniel Cerri. Una revisión de rutina a los dos vehículos y 12,15 Hs. Estábamos nuevamente en camino.
Los medios periodísticos daban información de nuestro recorrido, eso motivó que mucha gente nos saludara desde distintos lugares como pasos a nivel, terraplenes y estaciones a nuestro paso. Almuerzo en Estación Médanos, mates con bizcochitos en Algarrobo con esa señora y su familia que nos dijo que nos esperarían y horas después la cena en estación Anzoátegui, donde culminaba nuestra primera etapa, a 136 Km. De nuestra partida.
Por razones de seguridad, no viajábamos de noche, y luego de sacar las zorritas de la vía y de efectuar las revisiones de rigor, cenamos pizzas y empanadas para luego armar las carpas bajo el alero de la estación, meternos en nuestras bolsas de dormir y soñar mirando ese cielo inmenso, inundado de estrellas.
El amanecer del día 6 de febrero nos encontró alistando los equipos y saboreando unos matecitos bien “Ferroquinas”, deliciosos “amargos” con el agua a punto (para no quemar la yerba), y preparándonos para esta nueva etapa que de no mediar inconvenientes, nos insumiría unas 10 hs. Para llegar al próximo destino.
La partida no se hizo esperar y a las 7 de la mañana, ya estábamos nuevamente en camino.
Las zorras parecían jóvenes corceles, con el traqueteo parejito de sus viejos motores a explosión demostrando un entusiasmo contagioso y una salud envidiable, a pesar de sus 70 años de vida y trabajo. Las horas fueron pasando y los kilómetros también; atrás iban quedando estaciones, pueblos y parajes. Río Colorado, Pichi-mahuida, Fortín uno, Benjamín Zorrilla, Km. 967 y finalmente Darwin, a 335 Km. De nuestra partida, a donde llegamos a las 16,00 Hs. Finalizando la segunda etapa prevista.
Unos buenos mates, charlas, anécdotas y miles de historias ferroviarias con esa gente maravillosa como Néstor Carreras y su familia, que nos cobijó y nos llenó de atenciones brindándonos un buen baño, una exquisita cena y una mullida cama.
Al otro día bien temprano, luego de un reparador descanso, y de cambiar impresiones y recabar información con las cuadrillas de vías y obras del lugar, el amanecer nos empuja a seguir el histórico viaje, rumbo al Neuquén.
Atrás fue quedando el valle medio y las tierras de Ceferino Namuncurá, Chimpay, Chelforó, Chichinales, Villa Regina, Ing. Huergo para llegar finalmente a Padre Stefanelli a solo 3 Km. De General Roca y a 497 Km. De Ing. White.
Allí las revisiones y reparaciones menores de las zorras, carpa, cena, bolsas de dormir y frío…mucho frío!
Jueves 8 de febrero, la mañana fresca y el sol asomando entre la alameda, nos despierta.
La fisonomía del paisaje ha ido cambiando y la belleza del alto valle del río negro, aparece en todo su esplendor. Manzanares, Perales, viñas y toda clase de sembradíos de frutas de estación, se ven por doquier. Nuevo alistamiento del equipo, ricos mates, puesta a punto de los motores y proa rumbo a Neuquén.
A poco de salir, comienzan las sorpresas: gente en los pasos a nivel y en las estaciones, se agolpan a nuestro paso, saludándonos y aplaudiéndonos, pidiendo que los ayudemos en su reclamo de que vuelva a circular el tren de pasajeros “Estrella del Valle”, cancelado hace años por esas cosas de la política…
Los medios locales de radio y televisión nos hacen detener la marcha y nos llenan de preguntas a las que respondemos gustosamente, mientras que la gente nos rodea observándonos absortos, seguramente preguntándose: de dónde habrán salido estos locos? Y los chicos…llenando sus ojos de imágenes fantásticas, seguramente soñando con viajes y héroes, acariciando con sus manos los fríos fierros de las zorras…
El viaje continúa y los pueblos ubicados entre la cinta asfáltica de la ruta 22 y las márgenes del río negro, van quedando atrás.
General Roca, J.J. Gómez, Allen, Cipolletti y finalmente la moderna figura de la ciudad de Neuquén, aparece ante nuestros ojos. Un párrafo aparte merece el paso que realizamos por el puente ferroviario que junto y paralelo al carretero, une las ciudades de Cipolletti y Neuquén.
Su construcción fiel al estilo inglés que está próxima a cumplir 100 años, se muestra en todo su esplendor, lo mismo que su longitud, más de 500 mts. . Debido a que bajo su estructura se forma la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, de la cual nace el río negro.
Nuestra llegada a la estación de Neuquén, se produce a las 16,00 Hs.
Los infaltables mates no se hacen esperar. Allí nos juntamos todos: las tripulaciones de las dos zorritas y los muchachos del apoyo terrestre, con quienes compartimos vivencias y anécdotas del viaje. Ya más relajados y luego de un baño reparador, nos preparamos para cenar y dormir en una cama, como dios manda.
Al otro día viernes lo dedicamos entero a reparar las zorras, asear nuestras ropas y seguir descansando, pues al otro día, comenzaríamos la última etapa férrea en nuestro país: La ascensión hasta la localidad precordillerana de Zapala, habiendo recorrido hasta este momento, 544 Km. Desde nuestra partida.
La mañana del sábado 10 de febrero nos encuentra con muy buen ánimo, (producto seguramente del buen descanso efectuado) y con todas las pilas cargadas. Este descanso parece haber alcanzado también a “Pronsato y Amadeo”, quienes ya reparadas y con los niveles completos, arrancaron ante el primer “manijazo” (forma de arrancar tipo Ford T antiguo).
Con los saludos, abrazos y deseos de buena suerte de los compañeros ferroviarios y amigos de Neuquén, partimos rumbo a Zapala.
Nuevamente comienza a cambiar la fisonomía del paisaje. Las bellezas de los frutales van dando paso a zonas de pozos petrolíferos, lugares áridos, semi-desérticos, piedras, rocas, síntomas ineludibles que indican que estamos transitando por la precordillera. Plottier, Senillosa, Challacó en donde tuvimos la sorpresa de un señor que se enteró del paso de las zorras, por haberlo escuchado en una emisora de radio Chilena; ya nos estaban rastreando desde el país hermano!,realmente no teníamos idea todavía de lo que nuestra locura-aventura estaba generando.
Plaza Huincul, Cutral-có, paraje Ramón Castro, donde solamente está una construcción derruída como estación y 2 o 3 casuchas en donde repartimos caramelos a los chicos que nos fueron a ver.
Los últimos 31 Km. Del recorrido se hicieron interminables por la aridez del paisaje y nuestro deseo de llegar, donde finalmente lo hicimos a las 17,30 Hs.
Cansados, llenos de tierra y con nuestros rostros resecos por el sol y el viento, sentíamos el galopar de nuestros corazones porque nuestros pies, estaban pisando el andén de la estación Zapala!, punta riel del ferrocarril roca que se encuentra de Plaza Constitución a 1381 Kms. En ese momento nos comunicamos con LU2, radio Bahía Blanca dando la buena nueva y saliendo en directo para toda esa zona sur de la provincia de Buenos Aires, contabilizando hasta aquí, 731 Km. Desde que salimos de Ingeniero White!. Apenas 5 minutos después de esta comunicación, nuestros celulares no dejaron de sonar, trayéndonos felicitaciones y voces tan queridas y extrañadas por nosotros.
Luego de pedir permiso y con proa hacia el Oeste, transitamos el último cambio del ferrocarril roca, para ingresar al TRASANDINO DEL SUR!! Y recorrer los 9 Km. De la nueva traza recién construidos, cumpliendo el sueño de Pronsato.
La imagen de nuestras zorras y el grupo que formábamos en torno a ellas, se empequeñecía totalmente ante la majestuosidad de la Cordillera de los Andes; pero el flamear de las banderas, las huellas del viaje en los vehículos y la alegría y la emoción pintada en nosotros, indicaba el triunfo de nuestra testarudez en Pro de un viejo proyecto y un viejo sueño: Luchar para que ese proyecto del corredor bi-oceánico, algún día fuera realidad.
Las viejas zorras de vía, con sus 70 años a cuestas, cumplieron la primera parte del ansiado proyecto, y luego del silencio de los motores, nuestras miradas quedaron perplejas observando el final de los rieles: MISION CUASI CUMPLIDA!
Al otro día domingo, descanso. Aprovechamos para efectuar las tareas de rigor: revisión de elementos y puesta a punto, aseo personal y reordenamiento de nuestros efectos personales. El lunes bien temprano comenzamos con los trámites aduaneros; que si bien habían sido tratados desde el comienzo del proyecto, siempre falta algo.
Obviamente faltaba algo, por ese motivo tuvimos que viajar hasta Neuquén para actualizar algunos papeles, y luego de la intervención del ministro otero y quedar solucionado el problema en cuestión, regresamos a Zapala para cargar las zorritas a un camión y continuar nuestro viaje.
El panorama visto desde el camión, era majestuoso. El camino de ripio serpenteaba entre arbustos, rocas, y coníferas de diversos tamaños y colores. La inmensidad infinita de la montaña, nos hacía reflexionar sobre nuestra pequeñez y nuestra fragilidad; que ínfimamente mínimos y miserables nos sentíamos ante tanta magnificencia, que obra maravillosa nos entrega la naturaleza y que poca atención le prestamos!.
Las Lajas, Pino Hachado, Liuncurá, gendarmería, límite territorial, carabineros y por fin la Estación Victoria, la primera del lado Chileno más próxima a la Cordillera.
Llegamos a las 00,30 Hs. Y fuimos recibidos en forma muy cordial por personal de EFE (ferrocarriles Chilenos) quienes se sorprendieron al ver nuestros vehículos y muy entusiasmados por nuestra travesía.
Debido a lo avanzado de la hora, nos fuimos a bañar y a dormir sin comer, pues al otro día bien temprano, comenzaban las actividades de control.
6,30 de la mañana y ya estábamos en la revisión técnica de las zorras para poder circular con tranquilidad por aquel desconocido territorio.
Todo en orden y partimos a las 09,00 Hs. El paisaje era bellísimo. Como casi todo allí es zona de precordillera, nos daba la impresión de estar viajando por Zuiza. Una zorra carrozada de ellos nos precedía, indicándonos el camino.
Al pasar por Mininco hicimos un alto para almorzar y cambiar impresiones con nuestros anfitriones, luego al continuar viaje pasamos por la mayor obra de infraestructura ferroviaria Chilena: El viaducto Malleco, que fue proyectado y realizado nada menos que por Alexander Gustav Eiffel, realmente una maravilla; luego siguieron Los Ángeles, San Rosendo, para llegar a Walqui, en donde para sorpresa de todos nos estaban esperando los medios de comunicación, quienes nos hicieron una mini – conferencia de prensa. Pero nuestra sorpresa no terminaba allí, pues además de la prensa nos esperaba el mismísimo Sr. Alcalde de Talcahuano don Abel Contreras Bustos para viajar junto a nosotros los 40 Km. Restantes del histórico viaje.
Nos comunicamos con nuestros compañeros de apoyo terrestre vía celular, para saber por donde andaban y contarles con quien estábamos en la zorra, a lo que nos contestó Cesar: “… no se preocupen, aquí estamos con nuestro Cónsul Argentino en Talcahuano esperándolos”. Todavía no alcanzábamos a comprender todo lo que había generado nuestra aventura; nos parecía un sueño.
Transitamos esos últimos 40 Km. Con el Sr. Alcalde en la zorra, contándole sobre todas las peripecias vividas y sufridas durante el viaje desde su inicio. Luego de 50 minutos llegamos al principio del fin del sueño: La estación Arenal con más de 60 personas esperándonos, aparecía ante nosotros.
Una cálida bienvenida, un ágape preparado con entrega de diplomas y medallas y luego el protocolo Chileno había preparado una cena de honor en el Morro, perteneciente al casino de oficiales de la Armada Chilena en donde se rinden honores a las personas ilustres que llegan a la región!
Al otro día un almuerzo y entrevista oficial con el Sr. Alcalde en una cantina del puerto.
A la tarde, un poco de descanso sobretodo de las emociones vividas, reparaciones y preparado de las zorras, para el viajecito final y simbólico hasta el puerto de Concepción.
A las 9 de la mañana del día siguiente nos vinieron a buscar para pasar por el edificio de la gobernación y presentarnos a don Sergio Ortiz, el Gobernador de la región del Bío-Bío, quien se mostró muy sorprendido de nuestro viaje, al que catalogó de “visionario e Integrador” y donde se refirió a los grandes beneficios comerciales que podrían beneficiar a nuestros países.
Al salir del edificio, la prensa en general estaba esperándonos, para hacernos una extensa entrevista, saliendo en directo Por TV para todo Chile.
Hubo más reuniones y reportajes que nos fueron dando una idea cabal de todo lo que habíamos generado con nuestra locura. Comprendimos que no solo nosotros estábamos ilusionados con el Trasandino del Sur; entendimos que del “otro lado” también había voluntades dispuestas a trabajar por un bien común, un bien para todos. Nos despedimos felices y agradecidos por haber sido tan bien atendidos y recién ahí, con nuestros ojos cargados de lágrimas y emoción, elevamos nuestra vista hacia el cielo y de lo más profundo de nuestros corazones salió con increíble ímpetu un: MISION CUMPLIDA!!!



Carlos Dinamarca.
Conductor de Locomotoras
Octubre 2009
Bahía Blanca. Buenos Aires. Argentina
ESTACION SATURNO


Mi vieja camioneta Ford modelo 1960, tuvo ganas, de repente, de tomarse vacaciones anticipadas y decidió quedarse unos días en Carhué. Y claro, con tantos caminos y kilómetros devorados, su motor dijo ¡ Basta!
“…Vamos a tener que esperar que llegue el motor nuevo, para cambiarlo”, las palabras de Pedro, el mecánico, resonaron en mis oídos como una sentencia judicial; esperar el repuesto significaba quedarme sin camioneta como mínimo hasta el próximo fin de semana.
¿Y que hago ahora? No me voy a quedar una semana aquí; tendré que irme a casa…
El trabajo de viajante de comercio es atractivo y excitante, obviamente visto desde la óptica de un muchacho joven, pero a mis 60 y tantos… tendría que tener 30 años menos para festejar como un loco el hecho de quedar “varado” una semana entera en un lugar turístico como este.
“cómo me hubiera divertido”, pensé, mientras caminaba hacia mi hotel.
Esa noche, al terminar la cena, mientras Raúl, mozo y amigo de tantos años levantaba los platos, le pregunté si no sabía de alguien que viajara a Buenos Aires, ya que el micro salía recién al día siguiente, domingo, a las 16,00 Hs.
“…la verdad que no se de nadie que viaje a la Capital ahora”, me dijo, a lo que agregó de inmediato:¿ Por qué no se va en el “Pasajerito” de la” trochita” que sale mañana a las 8 de la mañana? “…casi seguro que va a llegar a la misma hora que el micro… pero sin querer podría entrar usted en la historia, porque no se si sabrá que el de mañana, es el último viaje de ese tren”. Yo había abierto la boca para rechazar su opinión (viajar en esa “Batata” que tarda como 10 horas Para llegar? ¡Ni loco!) Pero solo quedé en esa posición: ¡con la boca abierta! “…¿El último viaje? pregunté un tanto sorprendido;como es eso?
“…Y sí, parece que el gobierno decidió clausurar el ramal, debido a la poca ganancia que genera”.
Realmente nunca me había interesado en el ferrocarril más allá de considerarlo un “competidor” debido a mi profesión; pero esta noticia realmente me cayó mal porque pensé en el acto en toda la gente que se quedaría sin trabajo y en la gran cantidad de pueblos que se quedarían sin transporte.
J.V.Cilley, Rolito, Saturno, San Fermín, Casbas, Eduardo Casey, Andant y tantos otros que conozco bien por recorrerlos a menudo. Pueblos comunicados por el tren y caminos vecinales de tierra que, debido a su estado, nunca son transitados por vehículos de gran porte ¿qué será de ellos y de su gente sin el tren? Que yo sepa camiones y colectivos no circulan por esas zonas. Me acordé del gringo Crivelini, amigo y cliente de tantos años que era el dueño del almacén de ramos generales de Saturno, que estaba frente a la estación y que viajaba a Buenos Aires todos los domingos por su tratamiento de rehabilitación de los lunes y martes. No lo pensé más: viajaría hasta saturno y me iría con él en su auto, para llegar más rápido a la Capital.
Al día siguiente desayuné más temprano que de costumbre; a las 7 de la mañana tomé mi café con leche con esas “cara sucias” de campo, hechas en horno de leña y del tamaño de una pizzeta; de una masa blanca y esponjosa con ese “costrón” de azúcar negra que le daba ese sabor exquisito. Luego de abonar y despedirme de mi amigo Raúl, partí rumbo a la estación.
Llamó mi atención la gran cantidad de gente que ya había en las calles y que todas se dirigieran hacia ella. “Que extraño, pensé…si todos estos viajan van a hacer falta uno o dos trenes más…” Imaginé una larga cola formada para sacar el boleto, pero me equivoqué; no habría más de 20 personas haciendo fila.
Cuando me llegó el turno para sacar mi pasaje, le pregunté al boletero por qué había tanta gente, y el hombre visiblemente emocionado me respondió: “…y ¿qué le parece?...vienen a despedir a este tren por última vez!...Y ahí entendí el sentimiento y la congoja de todos por este acontecimiento que estaban viviendo…
Las 7,45 horas. Y ya estaba sentado en mi asiento de clase única, del lado de la ventanilla, a bordo del coche motor Ganz Nro. 2775, observando aquellos rostros compungidos y de ojos llorosos.
Noté que en otra vía del lado de la “playita de maniobras” (así la llaman), había otro tren compuesto por una máquina de vapor con vagones de pasajeros y de carga mezclados,a los cuales subían gran cantidad de bultos y muebles, como también personas a los coches de pasajeros. “…ese es el tren de mudanza en el cual se van los ferroviarios que son trasladados a otros destinos o que han quedado cesantes”, irán subiendo en él todos los empleados de las demás estaciones llevando sus pertenencias y su incertidumbre…” me dijo un guarda ante mi pregunta.
Ocho y cinco de la mañana del domingo 11 de septiembre de 1977, el auxiliar de la estación Carhué hace sonar la campana y el guarda a cargo del tren, su silbato reglamentario, ambos por última vez. Y lo que solo eran ojos llorosos en la mayoría de los rostros, se transformaban en torrentes de lágrimas incontenibles, dejando salir a borbotones tanta angustia, desazón y sentimientos imposibles de contener.
Me sentía un tanto extraño en esa tristeza generalizada, me daba la impresión de que sufrían más por el levantamiento del tren que por la pérdida de sus empleos, no sé por que, pero comencé a pensar en mi familia…¿y ese nudo en mi garganta?..¿.de donde salió?
El traqueteo lento y el bamboleo del tren fueron trayendo ruidos nuevos y alejando los otros, cargados de desesperanza. Desde mi ventanilla observaba el camino de tierra paralelo al tren y me veía yo, desde otra perspectiva, conduciendo mi camioneta. ¡Si me habrán tocado bocina y saludado con la mano los maquinistas! ¡si me habré cruzado veces con ellos en tantos pasos a nivel durante tantos años y tantos viajes!… y de golpe, la verdad cayendo como un martillazo: ¡Me dejan solo!, ¡ya no me cruzaré más con ellos!, ¿qué haré con tanta llanura, con tanta inmensidad, con tanta geografía campestre para mi solo?...ya no será lo mismo, ¡claro que no!
Tan absorto estaba en mis pensamientos, que no me dí cuenta que estábamos entrando en Cilley. Casi desconozco la estación, la gran cantidad de gente que había en su andén y en los aledaños la empequeñecían, paisanos a caballo, tractores, algunos autos y camionetas le daban un tinte festivo que no era tal…¡y pensar que 50 o 60 años atrás la imagen sería la misma pero con un sentido totalmente inverso!
El cuadro era el mismo que en Carhué: gente por todos lados, mujeres con chicos en brazos, hombres con bultos sobre sus hombros y valijas en sus pies esperando al tren de la mudanza, que venía detrás de nosotros. La salida se demora más de lo previsto, gente subiendo y bajando del tren como tratando de retenerlo, ya parece no importar el horario puntual, ¿para que?...¿a quien le importa ya? Pero no se puede esperar más; el tañido de la campana y el silbato del guarda indican un nuevo desgarro, otra hija que se abandona para siempre, otra vez los brazos en alto, los pañuelos en manos y rostros, secando lágrimas imposibles de contener.
Rolito no fue la excepción; las mismas situaciones, las mismas imágenes repetidas como una película de la matiné de los domingos; otra parada con retraso, otra parada con angustia, otra parada con gusto a abandono…
Nuevamente el traqueteo, el bamboleo lento de este tren que parecía no querer irse de estos pagos, y la impaciencia que comenzaba a apoderarse de mi…
Las nueve y cuarto de la mañana. ¿Cuándo llegaremos a Saturno?, ¿cuándo terminará este sufrimiento? Ahora entiendo: la impaciencia se debe a una sola cosa, la angustia y la desazón habían copado todo mi ser, y mi alma pedía a gritos un descanso, ¡basta por favor!
La geografía de esos lugares, bien conocida por mi, me decía que en pocos minutos más llegaríamos a destino. Ya estamos en la curva de la estancia de los Torres, una pequeña recta, y las señales de aproximación de la estación, aparecen en el horizonte…¡por fin! ¡Ya estamos llegando!...
Presuroso tomé mi bolsito y me arrimé a la puerta del vagón, no veía la hora de bajarme y dejar atrás la angustia que ya se había instalado en mí y no se quería ir.
Con su chirrido característico de los frenos, el tren se detuvo y la gente agolpada en el andén, no me dejaba bajar; a los “permiso, permiso” y a los empujones, logré hacerlo y encaminarme directamente hacia la calle, pero hubo algo que no se como explicar, me detuvo; algo que hizo que me diera vuelta y mirara a ese tren como nunca antes lo había hecho y de pronto comprendí: me di cuenta que se trataba de un amigo a quien vería por última vez, un amigo con quien había compartido durante tantos años saludos, señas, bocinas y cruces por esos caminos de tierra, por esos lugares de mi patria, un amigo que sin conocerlo demasiado, me había enseñado que la soledad del campo no era tanta, cuando se transitaba en compañía, y volví sobre mis pasos…
En silencio y apoyado en una columna le hice “el aguante” hasta que el sonido de la campana y el silbato del guarda indicó la separación definitiva; mis manos y mis brazos se confundieron con los de los demás en un adiós muy emotivo y su imagen lentamente comenzó a desdibujarse ante mis retinas…¡qué sensación extraña!, parado en el medio de la vía observaba como se alejaba con su bamboleo de siempre y ahí descubrí el motivo de su imagen borrosa…la humedad de mis lágrimas había inundado mis ojos … y sin darme cuenta, mis labios y mi corazón murmuraron una misma frase: ¡hasta siempre, amigo!

Carlos Dinamarca. Conductor de Locomotoras.
Sindicato la Fraternidad Ingeniero White.
Tel. (0291) 4554819. Cel. (291-5702770)
Setiembre 2009.